Al amor,
Hola te doy gracias por permitirme estar
tranquilo, reflexionando sin apuros, y entre mis reflexiones acuerdo que nunca
te agradecí por todo lo que me diste.
Te doy gracias porque nunca te conocí tan a fondo, como lo pude hacer en estos tres años. Me enseñaste lo intenso que puedes sentirte cuando así se desea. Me enseñaste que entregarse puede llegar a ser más placentero que recibir. Me enseñaste que no es tan difícil encontrarte cuando se busca en el sitio correcto. Me enseñaste que lo material, las situaciones, los cuerpos, el tiempo pueden pasar desapercibidos cuando estás presente. Me enseñaste que las virtudes se pueden volver sacramentos, y los defectos virtudes. Me enseñaste a atesorar las risas, y a olvidar los gritos, y a hablar sin palabras, y a escuchar los silencios y a usar las lágrimas y a disfrutar el llanto. Me enseñaste a soñar despierto y a no dormir para seguir soñando. Me enseñaste a sentirme cerca cuando más lejos me encontraba, y a sentirme acompañado cuando la soledad me pudo haber consumido, y me enseñaste a actuar sin pensar, y a pensar con el corazón y a sentir con la cabeza, y con el corazón, y con la boca y con los ojos y con la piel y con todo el cuerpo.
Sin embargo me enseñaste que también
eres caprichoso, y que si no se te atiende, prefieres marcharte. Y que si se te
atiende y no te sientes satisfecho, también te sabes ocultar, y sabes que
cuando te ocultas se te extraña y cuando te vas se te añora.
En fin, las enseñanzas fueron vitales,
pero tu presencia lo era aún más...